La paga de los soldados: los costos de la guerra y el precio del valor imperial (cont)

Con la continuidad de las misiones de mantenimiento de la paz alrededor del mundo, ni siquiera la muy gastada reserva ni la Guardia Nacional pueden prevenir el hecho que las fuerzas armadas se debiliten peligrosamente si surgiera una nueva amenaza. En Diciembre de 2003 solo 2 de las 10 divisiones del ejército estaban sin compromisos inmediatos y en alto estado de alerta. Ese mismo mes, 54 de los 61 miembros del Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara Baja firmaron un escrito instando al Presidente Bush a alistar nuevas tropas en forma urgente.


Sea cual fuere lo que piensan de Irak, la mayoría de los americanos parecen concordar con la premisa del Presidente de que en la guerra contra el terrorismo, la mejor defensa es un buen ataque y posterior despliegue de un frente. De la mano del aumento de la capacidad de sus fuerzas armadas, los EEUU están compartiendo la inteligencia con gobiernos amigos alrededor del mundo y equipando y entrenando sus fuerzas antiterroristas. Las defensas de misiles balísticos - mar y tierra – ya hace tiempo bajo desarrollo ahora están siendo desplegadas a un costo creciente ( U$S 10,3 mil millones en el presupuesto 2005).


No obstante a veces la mejor defensa es una buena defensa. Por más efectivo que sean los EEUU en tareas preventivas y de contención global, deben tomar medidas efectivas para prevenir el terrorismo dentro de sus propias fronteras. También aquí hay un gran vacío entre los recursos que se necesitan y los que asignan las proyecciones oficiales.


La mayoría de los analistas de la CIA pronostican que hay una alta probabilidad de un serio ataque terrorista con armas de destrucción masiva en suelo americano dentro de los próximos años. De hecho que no hay precio concebible alguno al que los EEUU pudieran ponerse a salvo de tal ataque. Es posible sin embargo, adoptar más medidas que volverían al país significativamente menos vulnerable a ataques futuros que podrían causar pérdidas humanas y económicas catastróficas. Hasta ahora, el gobierno no ha tomado ni planea tomar ninguna de estas medidas. Es sólo cuestión de tiempo para que los votantes americanos comiencen a pedir que se haga algo y, de hecho que esto podría ocurrir de la noche a la mañana en cuanto se produzca el próximo atentado terrorista.

Todo lo que se haga para aumentar la defensa y seguridad interior por supuesto costará aún más dinero. Veamos algunas de las áreas que necesitan acción:


Hay que gastar más dólares para equipar a los primeros auxilios: personal de bomberos, policía, y otros servicios de emergencia que actúan después de un acto terrorista. Solamente un 10 % de todos los departamentos de bomberos están en condiciones de responder al colapso de un edificio, sólo un tercio de los bomberos que hacen guardia en un determinado turno están equipados con equipos de respiración y solamente la mitad tiene radios (un deficiencia que contribuyó directamente a la alta tasa de mortalidad entre los bomberos de Nueva York el 11 de Setiembre). Por otro lado, carecemos de equipos de sensores químicos y de radioactividad; los servicios de búsqueda y rescate no son regulares; el sistema telefónico de emergencia 911 no está instalado en forma nacional y las comunicaciones de emergencia no son compatibles. El costo estimado para solucionar estas deficiencias y preparar a los servicios de primeros auxilios para el caso de un ataque no nuclear es de U$S 62 mil millones en los próximos cinco años.


El sistema de salud publica de EEUU también está con bajos niveles de recursos. Durante la temporada de gripe del último invierno, los establecimientos médicos tuvieron que rechazar pacientes porque las vacunas se terminaron – un no muy buen augurio de que los EEUU están preparados para afrontar un ataque terrorista biológico importante. Los hospitales especializados tienen pocas instalaciones de cuarentena o anticontaminantes y muy poca capacidad de internación. Hay un déficit de stock de vacunas para las amenazas biológicas más importantes (como ejemplo mas notable, la de la viruela). La Guardia Nacional, el personal de reserva y aún muchos profesionales en la red de salud pública tienen poco o ningún entrenamiento para responder a una emergencia nuclear o biológica. El costo mínimo para mejorar esto en los próximos cinco años es de U$S 36 mil millones.

Otro tema que va a requerir una inyección grande de fondos del gobierno es el de reducir el riesgo que presentan los contenedores de carga. Las autoridades federales inspeccionan solamente el 2 % de los aproximadamente 20.000 contenedores que llegan cada día laborable a los 300 puertos comerciales de los EEUU. Un estudio hecho recientemente demuestra que la probabilidad de detectar un arma nuclear camuflada dentro de un contenedor es solamente alrededor del 10 %. Si cerráramos todos los puertos de EEUU por mas de un mes como respuesta a una simple amenaza del contrabando de un arma de destrucción masiva, la economía caería en una recesión. El costo mínimo estimado para solucionar estos defectos de seguridad con la introducción de medidas tales como monitoreo globalizado de encomiendas, sello a prueba de violaciones o satélites de rastreo sería U$S 20.000 millones de entrada, mas una inversión anual de magnitud desconocida después de ello.


El hecho de que 6 de los 11 terroristas del 11-9 tenían visas vencidas o falsas, señala el fracaso de las agencias federales para prevenir la inmigración ilegal, para localizar inmigrantes ilegales en los EEUU o para monitorear extranjeros que entran legalmente. Hay permanentemente entre 8 y 12 millones de extranjeros ilegales en el país, incluyendo 300.000 prófugos de órdenes de deportación. Al FBI el caso ya se le escapó de las manos y a las autoridades estatales o municipales históricamente se las ha marginado de cualquier información sobre inmigrantes ilegales. Hay pocos expertos sobre terrorismo que creen que se pueda lograr un nivel de seguridad adecuado sin una reconversión total del sistema inmigratorio de los EEUU, reforma esta que podría en última instancia significar la implementación de documentos nacionales de identidad biométricos. Los costos de una medida tal no se conocen, pero serían probablemente enormes.


Por último está el mayor gasto a efectuar en la seguridad de la infraestructura, que si se desactivara, podría desatar el pánico público o muy serias pérdidas económicas. Por ejemplo hoy las reservas de agua y los grandes centros de silos de granos no tienen más seguridad que antes del 11 de Setiembre. Una gran parte de la energía consumida fluye de una cantidad relativamente pequeña de oleoductos y refinerías situadas en lugares remotos y sin seguridad. Un ataque bien ubicado a las comunicaciones electrónicas podría producir un parate en el mundo comercial y financiero. Las líneas de transportes tienen a su vez cuellos de botellas permeables: por ejemplo entre los 5 puentes y un túnel que entran al Estado de Nueva York, pasa el 70 por ciento de todo el comercio con Canadá, el socio comercial principal de los EEUU. Tampoco conocemos el costo de arreglar estos problemas.

 

Lamentablemente, el Congreso todavía asigna el gasto de seguridad interior con una base política (o sea cada estado recibe de acuerdo a la población que tiene) y no de acuerdo a una evaluación objetiva de las necesidades.
Por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, los EEUU enfrentan un futuro en el cual, por muchos años, cada categoría principal del gasto público tiene una proyección de crecimiento igual o mayor a la economía. Esto significa más pagos por beneficios jubilatorios, salud pública, intereses para financiar déficits, y también gasto “discrecional” para la defensa nacional, ayuda a países extranjeros y programas de seguridad doméstica.
 


 
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