La Mesa del Diálogo rescata la solidaridad de los jóvenes en la tragedia de Cromagnon y propone consensos de vida

Marzo 2005


La Mesa del Diálogo Político en la Ciudad propone realizar junto con una Jornada de Reflexión para el cambio, una Exposición de Autocrítica Social que exhiba las conductas sociales culturalmente aceptadas pero estratégicamente negativas en contraposición con las culturalmente devaluadas pero estratégicamente positivas y un Concurso Abierto sobre los mismos temas para escuelas de cine y video

En documentos anteriores esta Mesa de Diálogo había advertido algunos puntos clave sobre los que correspondía aplicar esfuerzo mancomunado. Así, habíamos expresado preocupación por “la baja calidad institucional” y definíamos a “la gestión pública estatal” como una dimensión de la política.

Los sucesos de Cromañon han precipitado acontecimientos de variada índole, pero también han colocado hoy a estos dos puntos clave en el centro de la escena política local.

Parece adecuado entonces -hoy más que nunca- abordar crítica y autocríticamente cuáles han sido y son las responsabilidades de las funciones públicas –por acción u omisión- en la etiología de sucesos como el que segó la vida de 192 jóvenes, no sólo por la dimensión de esta tragedia sino porque además ha dejado herida socialmente a una generación.

Ejerciendo la función pedagógica que asumimos como dirigentes, debemos consensuar y hacer público un diagnóstico objetivo que aporte racionalidad y sensatez, al tiempo que nos comprometa en una propuesta concreta para que nunca más haya otro cromañon en la ciudad en la medida que de nosotros dependa.

En este hecho que hoy lamentamos hubo culpas concurrentes, en el contexto de una cultura social que lo hizo todo posible. Las responsabilidades penales corresponden a otro ámbito: el de la justicia. A esta Mesa de Políticos en Diálogo permanente no le incumbe debatir sobre la cuestión penal, sino sobre el contexto normativo, social, cultural, político y periodístico que precedió a los hechos, que es su marco de significación y que también encierra elementos que ameritan reflexionar sobre la necesidad de aportar al cambio de los mismos.

1.- Antes de Cromañon, una inspección seguida de clausura hubiera sido calificada de “mano dura” y actitud fascista o represiva, o bien -más pragmáticamente- que la dureza era parte del regateo del precio que costaría la no clausura. Es decir la amenaza de clausura funcionaba no para motivar al cumplimiento de la norma, sino para motivar al “arreglo” y continuar por fuera de las normas. Sin esta cultura social, compartida desde siempre por todos, no podrían haber existido habilitaciones inviables o verificaciones miopes. No se trata de personalizar corruptos, lo corrupto han sido las reglas de juego y en ese juego jugaron todos. Nuestra misión es cambiar las reglas de juego y aprovechar esta circunstancia de conmoción social para hacerlo, alentando a que cada uno asuma sus propias responsabilidades, en lugar de ponerlas siempre en otro u otros.

2.- La falta de conciencia activa de riesgo, la creencia de que “a mí no me va a pasar”, la dicotomía que oscila entre el temerle a todo o no temerle a nada, son también rasgos culturales de nuestra idiosincrasia. Se expresan no tan sólo en la imprudencia en la calle, en las propias casas, en la vida íntima o en las prevenciones de salud, sino también en la imprudencia empresaria que por abaratar costos pone en riesgo todo su capital apostando a la ruleta rusa de que el tiro no va a salir. Hasta que un día sale. La demonización de Chaban no sirve sino se toma su conducta como ejemplificadora para aprendizaje empresarial.

3.- La cultura social que hizo posible Cromagnon es la de declamar el derecho pero aplaudir la transgresión, la de querer democracia al hablar, pero no cumplir con las reglas de la convivencia democrática, la de aparentar legalidad, pero si nadie vigila y sanciona, ingeniárselas para burlar la ley y creer que eso es viveza. Y esto vale para el primero o el último nivel de la escala social. En democracia, las normas legítimamente sancionadas, se cumplen o se cambian. Los dirigentes somos responsables de haber dejado que crecieran múltiples varas de medir para juzgar conductas, según ocasión, proximidad al poder o reclamo mediático.

4.- Autocríticamente desde la política cabe expresar una vez más que la gestión de estado, sea desde sus espacios más altos o más bajos, requiere idoneidad, profesionalidad y ética. Esta última es incompatible con el acceso a los puestos públicos por otras razones que no sean las de la solvencia técnica que el cargo requiere.
La práctica del reparto de los espacios de gestión tiene un aspecto positivo que es la participación en democracia de todos los sectores, pero debe ejercerse también con responsabilidad. Nuestra autocrítica no es a esa ocupación de espacios repartida ni a las gestiones compartidas sino a que no siempre se ha decidido correctamente desde las agrupaciones políticas con quién se ocupa y para qué, máxime si se trata de cargos de conducción de gestión.

5.- Cromañon ha puesto de manifiesto lo que estaba oculto, ha mostrado dramáticamente las fallas del sistema, colocó en la superficie a los rasgos culturales de los que somos portadores y que nos hacen daño. Sobre todo ello habrá que trabajar. Pero también nos permitió apreciar la conducta espontáneamente solidaria de los chicos de cromañon. Mostraron al mundo un coraje y amor a sus prójimos a los que pugnaban por salvar aún a costa de sus vidas, que amerita nuestro homenaje. Ese rasgo cultural juvenil de honda solidaridad humana alimenta nuestra esperanza.
 

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