Agosto 2005
por Arturo Valenzuela
'Bachelet ha podido dar una señal que el recambio y la regeneración de la
política se puede lograr dentro de la propia Concertación y no buscando una
alternancia democrática'
Los resultados de las recientes encuestas realizadas por el derechista
Centro de Estudios Públicos y el Centro de la Realidad Contemporánea,
cercano a la coalición gobernante, demuestran que la ex ministra de Salud y
de Defensa de Chile, Michelle Bachelet será elegida presidenta de Chile en
los comicios a celebrarse en diciembre del año en curso.
Así, la candidata socialista de la Concertación de Partidos por la
Democracia se convertirá en la primera mujer que asume a la primera
magistratura del país andino y la primera mujer elegida jefa de Estado en
las Américas por derecho propio, y no como producto de la trayectoria
política de su marido.
Estas proyecciones son sorprendentes, ya que muchos analistas daban por
sentado que el gobierno de Ricardo Lagos sería el último gobierno de la
Concertación, no sólo porque el derechista Joaquín Lavín perdió la
presidencia por un escaso margen frente a Lagos en el año 2000, sino por el
desgaste natural de un gobierno que lleva 15 años en el poder. Pero Bachelet
se impone fácilmente con 47% de la votación por sobre sus dos contrincantes
de derecha, Lavín y el empresario Sebastián Piñera, que juntos no logran
sumar más de 35% de la votación. Con estos resultados y descontando los
votos nulos y en blanco es probable que Bachelet gane en la primera vuelta
aun si se mantienen las dos candidaturas opositoras.
Si pasara la elección a una segunda vuelta, Bachelet también triunfaría con
facilidad, ya que casi 50% de los votantes de Piñera preferirían a Bachelet
en una segunda vuelta mientras que 25% de los electores de Lavín apoyarían a
la candidata socialista por sobre el otro candidato de derecha.
Lo que revelan las encuestas es que Bachelet ha logrado captar gran parte
del electorado marginal y joven que se había manifestado disconforme con la
Concertación y que respondió favorablemente a los planteamientos populistas
de la derecha en el 2000. En otras palabras, la candidatura de Bachelet ha
podido dar una señal que el recambio y la regeneración de la política se
puede lograr dentro de la propia Concertación y no buscando una alternancia
democrática. Esto porque la candidata es una cara relativamente fresca en la
política chilena y una novedad como mujer aspirando al mando de la nación.
Al mismo tiempo, la derecha ha mostrado una incapacidad de renovarse,
presentando a Lavín como la única carta del sector al tiempo que su imagen
como alcalde de Santiago se ha ido empañando. La candidatura de la
Concertación también se ha visto favorecida por los escándalos financieros
de la familia Pinochet y la extraordinaria gestión de gobierno de Ricardo
Lagos.
Pero el apoyo a Michelle Bachelet también rompe algunos mitos sobre Chile,
un país supuestamente conservador que vería con reticencia no sólo la
elección de una mujer, sino que muy especialmente de una mujer de izquierda
cuya situación familiar no se conforma con el ideal auspiciado por una
Iglesia católica que ha resistido la legalización del divorcio en el país.
Aun dentro de la propia Concertación, los que inicialmente apoyaron la
candidatura de Soledad Alvear, ex ministra de Relaciones Exteriores y de
Justicia, lo hicieron planteando que sólo una mujer con una familia
tradicional proveniente de la democracia cristiana podría contrarrestar la
reticencia del electorado por optar por una candidatura femenina y que,
después de un gobierno presidido por un socialista, la Concertación se
podría proyectar sólo con un giro del péndulo hacia la derecha para
contrarrestar la esperada demanda por un recambio político. Bachelet ha
mostrado que el elector chileno está más preocupado por su situación
económica y por tener una candidata que pareciera representarles mejor en
sus aspiraciones cotidianas que por los grandes temas morales o de valores.
Pero el otro mito que se evapora con la candidatura de Bachelet es el apoyo
indispensable de la democracia cristiana a una candidatura presidencial de
la Concertación. A pesar de que Soledad Alvear renunció a sus aspiraciones
presidenciales al ver que Bachelet la superaba en las encuestas, la
dirigencia de la democracia cristiana mandó señales de que podrían lanzar
otra candidatura o que gran parte de su electorado podría apoyar una
candidatura de derecha a menos que la Concertación no compensara a la
democracia cristiana con más cupos parlamentarios seguros. Pero una gran
parte del electorado demócrata cristiano, a pesar de la reticencia de sus
dirigentes ya optó por Bachelet al no tener una propia, buscando en la
figura de la ex ministra una figura de renovación y cambio que podría
convertir más y más irrelevante a los propios líderes de la Concertación si
éstos no encuentran forma de renovarse también. Los chilenos quieren que
siga la Concertación pero con caras nuevas. Ese va a ser el gran desafío de
Bachelet.
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