Setiembre 2005
Por Russell Gold, en Dallas, y Thaddeus Herrick, en Houston, The Wall Street Journal.
Casi una semana después de que el huracán Katrina atravesara la principal
arteria de la industria energética de Estados Unidos, una gran cantidad de
infraestructura crucial sigue paralizada, dejando a la economía mundial a
las puertas de una potencial crisis energética.
La zona del Golfo de México arrasada por Katrina alberga una cuarta parte de
la producción petrolera de EE.UU., plataformas flotantes kilómetros mar
afuera, complejos de refinerías que transforman el crudo en gasolina y un
conjunto de oleoductos que las conectan.
Aún no hay un panorama claro del daño a la infraestructura, pero es evidente
que la industria enfrenta un doble problema.
Su capacidad para convertir petróleo en gasolina está bajo una enorme
presión. Katrina paralizó una capacidad de refinación de unos dos millones
de barriles al día, lo que resulta en la pérdida de un millón de barriles
diarios de producción de gasolina, equivalente a un 10% de la demanda
estadounidense. Cuatro refinerías, que en su conjunto representan un 5% de
la capacidad estadounidense de refinación, estarán fuera de combate durante
al menos un mes, mientras que otro 5% podría reanudarse en los próximos días
o semanas.
Al mismo tiempo, las instalaciones en mar abierto que bombean crudo y gas
natural desde prolíficas reservas subterráneas y trasladan el combustible a
las costas, han sufrido extensos daños. La producción se está reanudando
lentamente y no está claro si recuperar los niveles normales de producción
demorará semanas o meses.
Una crisis energética en EE.UU., que consume una cuarta parte del crudo del
mundo y cuya demanda por bienes foráneos es un pilar del crecimiento de la
economía mundial, tendría repercusiones globales.
Los economistas consultados por la firma estadounidense de proyecciones
económicas Macroeconomic Advisers, estiman que los efectos de Katrina
reducirán el crecimiento del producto interno bruto, en promedio, entre un
0,5 y un 0,7% en el tercer y cuarto trimestre de este año. Antes del
huracán, los economistas anticipaban que la economía estadounidense se
expandiría un 4,3% en el tercer trimestre y un 3,6% en el cuarto. El
gobierno, a su vez, proyecta un crecimiento anual de 3,3% para el segundo
trimestre.
"El alza en los precios de la energía ya ha erosionado los ingresos reales y
reducirá, al menos en forma temporal, la demanda agregada", observó la firma
en un informe.
Para que la crisis energética se expanda y perdure lo suficiente como para
golpear a la economía, se tienen que dar una serie de factores, entre ellos,
que Europa y otros países puedan proveer importaciones adecuadas. Pero ahora
que el mundo hace frente a una escasez en la capacidad de refinación, los
refinadores estadounidenses están trabajando a toda potencia para satisfacer
la demanda de gasolina y diesel. El más mínimo problema podría ejercer una
gran presión sobre los precios.
El impacto sobre la producción de crudo del Golfo de México también ejerce
presión sobre el mercado mundial de energía, dejándolo vulnerable a una
escasez de crudo en caso que un país productor de petróleo sufriera un
impacto parecido al del huracán Katrina en EE.UU.
El viernes, la Agencia Internacional de Energía (AIE) acordó inyectar al
mercado mundial dos millones de barriles diarios de petróleo, gasolina y
otros combustibles provenientes de sus reservas estratégicas. La cifra
equivale a cerca del 2,4% del consumo mundial de combustible.
Pero la osada decisión de la AIE es un aviso de que el mundo empezó a gastar
sus reservas acumuladas en las últimas dos décadas. Las petroleras
occidentales están bombeando crudo a toda su capacidad. Rusia, el segundo
productor mundial, está produciendo todo lo que puede. Arabia Saudita, el
principal exportador, y los miembros de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo pueden hacer poco para aliviar la crisis emergente.
Los países de la OPEP tienen una capacidad ociosa de cerca de 1,5 millones
de barriles diarios, lo que equivale a la producción perdida la semana
pasada en el Golfo de México.
La principal incógnita es cuántas de éstas plataformas flotantes,
responsables de cerca de la mitad de la producción del Golfo de México,
podrán reanudar sus actividades. Al menos una de ellas, de Royal Dutch Shell
PLC, fue seriamente dañada. Otras sobrevivieron ilesas pero siguen
paralizadas debido a la incierta condición de los oleoductos.
Los mercados están en un estado de "semiparálisis", dice Tim Mingee, editor
de la publicación especializada Americas Crude Report. "Los productores
desconocen los volúmenes que podrán vender y por el lado de los refinadores,
no saben lo que podrán comprar."
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