Mi amigo Arrivillaga me envió un mail a propósito de la nota de un diario español que puse en esta página. Su humor es pesimista y filoso, como corresponde a un viejo lector de Cioran, pero su conocimiento profundo de Italia, y de la Europa al sur y al este de los Alpes, que me consta, hacen que sienta la necesidad de compartir sus reflexiones.
Edgardo Arrivillaga
Efectivamente el problema italiano se debe a que tiene una economía familiar
formada por PyMES y artesanos que funcionan en torno a polos de desarrollo
estatal. Esto ha permitido un crecimiento notable en la década del 60, que ellos
llaman todavía los 30 años gloriosos - duró desde 1950 hasta los 80, más o
menos.
Luego Italia, para entrar en la Unión - es el partner número cuatro en términos
poblacionales - debió hacer una reforma impositiva y una baja salarial
importante para llegar a un equilibrio fiscal europeo. Esto dispara la crisis
porque en verdad era una economía protegida - no muy diferente de la Argentina -
solo que con 280.000 millones de dólares de exportaciones.
Ahora bien, salvo FIAT que se internacionaliza y la Ferrari y los grupos como
OTTO MELARA o Perrier, los grupos que se quedan en el Estado arrojan déficit.
¿Por qué?
Porque el resto del mundo creció, hoy el made in Italy debe afrontar la
competencia de China, y las empresas de papel sin yacimientos como el ENI, muy
parecido a REPSOL antes de comprar YPF, funcionaron cuando los países árabes
todavía no habían despegado en su producción petrolera. Ahora las cosas han
cambiado e Italia está plagada de industrias estatales que administran recursos
inexistentes.
La privatización a ultranza siguiendo el modelo argentino-británico tampoco es viable porque dejaría una enorme cantidad de gente en la calle en un país tan corporativo que nadie puede ponerse a manejar un taxi en negro alegremente.
La conciencia de clase media del sindicalismo italiano es mucha más combativa que la de los gordos argentinos. No se los puede comprar con obras sociales o centros de spa porque ya los tienen. Vienen cabalgando el poder desde la época de Mussolini y el comunismo socialdemócrata italiano heredó exactamente esas raíces.
Los espacios para la economía marginal son escasos y el contrabando ya no puede
orientarse al Este de Europa sino que es receptor de la producción clandestina
de Albania y Montenegro, una verdadera colonia italiana en los Balcanes.
La situación italiana sigue siendo de economía mixta. Pero una economía más
parecida a la francesa que a la primigenia italiana.
Otro problema es el crecimiento demográfico. Escasísimo pese a la influencia
vaticana. De ahí la importancia de las comunidades italianas en Sudamérica,
Canadá, Sudáfrica, USA, Australia.
Tienen una política filoárabe y filoafricana pero sólo los admiten como
trabajadores estacionales. Sirven para recoger tomate en Puglia o cortar mármol
en Carrara. Tienen que especializarlos.
Con respecto a la Argentina, Italia pensaba en un Canadá complementario, ese era
su modelo, pero el default argentino los puso nerviosos.
No creen en la Argentina y no creerán por mucho tiempo ya que los ahorristas
italianos cayeron envueltos en nuestro default.
Esto se pudo haber evitado - fueron solo 400.000 - sino tuviéramos una
incapacidad manifiesta para coordinar una política exterior que no mire su
propio ombligo.
Argentina e Italia son dos personas muy calvas que pelean por un peine. Sería
más útil si estimularan las raíces del crecimiento capilar.
Es decir, el crecimiento tecnológico e industrial.
A ellos los salva el hecho de poseer el 60 % de la producción artística del
mundo occidental en su propio territorio.
Nosotros tenemos los mosquitos de las Cataratas y esos ruidos que no dejan
dormir de los glaciares.
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