Una oposición para Kirchner
o Lo que pasa cuando no pasa nada

Abel B. Fernández


Transcurrida la plaza de Kirchner, uno encuentra que no han cambiado mucho las cosas. Bueno, ¿qué cabría esperar? Para la izquierda, la plaza es el lugar de la protesta; para el peronismo es un campo de batalla... mítico. Desde octubre del ´45, en que la presencia de los trabajadores en la plaza influyó en el equilibrio de fuerzas entre la vacilación de Ávalos en Campo de Mayo y la resolución de Filomeno Velasco, el poder se define en otras formas, pero la plaza es la ceremonia que lo confirma. Entonces el acto era necesario, porque K – le guste o no a él mismo – es peronista; pero no le suma nada. Duhalde también tuvo su plaza siete años atrás, en el ´99, doblándole el brazo a Menem. Aunque no le sirvió de mucho.

El caso del actual Presidente es diferente. Casi todos los políticos argentinos y todos los opinólogos dan por seguro su triunfo en las elecciones del 2007. Más allá del acierto del pronóstico, esta convicción tiene efectos sobre la realidad, en un país donde tenemos una fuerte inclinación por apostar a ganador. K, el tercer Jefe del peronismo a lo largo de su historia, redefine necesariamente la cancha política, los amigos y los adversarios, tal como lo hizo Menem y, en dos oportunidades distintas, Perón.

(Ojo: Esta no es una virtud o defecto especial del peronismo. En un país con instituciones débiles y una identidad nacional que se cuestiona a sí misma, la combinación de un liderazgo político fuerte con las modas globales transforma las reglas del juego. Alfonsín, cuyo poder empezó a desflecarse a los tres años de gobierno, le bastó para fundar un progresismo de centro izquierda – en el que Chacho Álvarez y luego Kirchner construyeron poder – que no habrían reconocido líderes históricos de otras izquierdas, como Palacios, Abelardo Ramos o Vittorio Codovilla.)

Pero la plaza del 25 no definió a los sectores aliados del proyecto del gobierno. Porque el apoyo que tiene abarca, por suerte para él, bastante más que lo que estaba allí. Como me dijo un sabio y prudente secretario general “El acto demostró que los aparatos existen. Gracias a Dios!”. En la plaza estaban los sindicalistas, los piqueteros, y los punteros y puntos de intendentes y gobernadores. Estaba el peronismo como sector social (Y curiosamente faltaba, como sector social, ese progresismo que Kirchner corteja). Pero no estaba el kirchnerismo, porque todavía no existe como fuerza política organizada. A lo sumo, estaba el oficialismo.

Esto también quiere decir que la aparente ineficacia de la oposición, a la que Mariano Grondona sesudamente aconseja cada domingo, se debe simplemente a que aún no existe. No es igual a la suma de gente que no lo aguanta a Kirchner. Tiene que construirse todavía la oposición al proyecto K. Y ese proyecto recién toma forma más definida cuando lo derrota a Duhalde. (El desplazamiento de Lavagna también es un rasgo menor, pero significativo). Y falta lo que sería - en lo político - el paso más importante: la liquidación del radicalismo, si logra dividirlo. Entonces, al contrario de lo que suele pontificarse en algunos medios, Kirchner tiene un modelo económico que hasta ahora ha sido exitoso (ver

http://www.sinergias.com.ar/200602/modelo.htm)

pero todavía está armando su modelo político.

¿Pero entonces el kirchnerismo se reduce a un proyecto de poder personal, instrumentado por un pequeño grupo? No lo creo. Es cierto que Argentina es aún primitiva en su política y débil en sus instituciones, pero no es un feudo. Para describirlo acudo a Julio Godio, un intelectual benévolo con Kirchner que, con algunas reservas, apoya claramente su proyecto:

“Sin duda, la meta de Kirchner y su "círculo íntimo" es constituir en un par de años una poderosa fuerza política kirchnerista organizada como convergencia "pluralista" de fuerzas políticas, sindicales y sociales... La línea de fuerza peronista-kirchnerista es lo suficientemente poderosa como para incorporar a dirigentes y tendencias de distintas procedencias. Pero para lograrlo, será necesario cementar el proceso organizando una nueva cultura política con eje en las propuestas y tácticas del kirchnerismo. ¿Que es entonces el kirchnerismo? Es una especie de post-peronismo nacionalista desarrollista que se sustenta en "pluralidades" cobijadas por esta versión criolla (no la chilena) de la concertación.”

http://www.rebanadasderealidad.com.ar/godio-54.htm


Por eso el antikirchnerismo ha sido hasta ahora un fenómeno de los (ex-) sectores medios del estado: ex-funcionarios, militares retirados, intelectuales orgánicos (Gramsci dixit): los lectores de Grondona, los lectores de Harry, los asistentes a la Peña Eva Perón... Son los outsiders que fueron insiders. Y no serán relevantes si no establecen alianzas con sectores sociales, y consiguen expresarlos (lo que, creo, no van a lograr mientras no se desprendan del discurso del ex-).

No resisto la tentación de subrayar que la debilidad del marxismo berreta que pasa por análisis político entre nuestros intelectuales la muestra el hecho que el sector social que hoy se está haciendo claramente opositor es el gran favorecido de los últimos años: el campo. Pero el campo no tiene hoy organicidad política ni vínculos con intelectuales (salvo un grupo muy pequeño del aparato Clarín, y por razones históricas el diario La Nación).

En concreto: la existencia de una oposición es inevitable. La naturaleza de las sociedades modernas, la naturaleza de Kirchner – para quien la política es confrontación – lo garantizarían, aún si no existieran en Argentina poderosos sectores cuya identidad y sus valores son antagónicos con lo que aparece como el proyecto cultural y político del gobierno. En primer término, la “familia militar”, más los hombres de las fuerzas de seguridad y sus familias sienten, correctamente, que son los “malos” del discurso de derechos humanos que K enarbola como su bandera principal. Pero es sólo una pequeña parte del potencial bloque opositor. El mismo Godio dice “En el mundo empresario, pese al crecimiento económico, coexisten anacronismos ideológicos junto con temores no siempre infundados por las prácticas”. Los sindicatos, que tuvieron contradicciones con Perón ¿cómo no las tendrán con Kirchner? El peronismo – devaluado como está - que fue fundado por un militar, y que en sus votantes conserva – como siempre sucede con los humildes – valores tradicionales ¿será fácilmente remodelado por su actual jefe? Menem lo hizo, sí... pero también él tuvo problemas.

Y tal vez lo más trascendente: el mundo católico. La Iglesia ha sido cuidadosa en eludir el enfrentamiento político y no quiere sabotear el modelo económico, aunque critique algunas de sus consecuencias. Pero hay una batalla cultural y de valores – no demasiado diferente a la que se da en casi todo Occidente – donde el catolicismo está en uno de los bandos. Como Verbitsky y Argibay – para dar ejemplos – están en el otro. Y ni K ni nadie puede incluirlos en el mismo bloque.

Entonces, la pregunta clave, muuucho más importante que las candidaturas y aún los resultados del 2007, es ¿cuál será la expresión política de la oposición a Kirchner? ¿Cómo se sumarán la indignación moral que expresó la Alianza frente al menemismo, y que hoy enarbola Carrió con un eco irigoyenista de intransigencia frente al Régimen, al eficientismo aséptico y la impaciencia con los discursos anticuados que muestran los (hasta hace poco) jóvenes que rodean a Macri (Mauricio) o al Bulldog? ¿Podrá la izquierda, contra todo precedente pero no contra la lógica, armar un proyecto político viable, que obligue a incluirla en un cálculo de gobernabilidad? ¿Puede Lavagna, apoyado y agobiado por las venerables sombras de Duhalde y Alfonsín, ser capaz de ofrecer a la vasta coalición social que apoya este gobierno una alternativa política creíble, esto es, válida como oposición? Sobre todo, el interior, de donde vinieron Menem y Kirchner (y Carrió), donde están los apoyos más amplios al gobierno y la oposición más furiosa ¿no tendrá nada nuevo para volcar en el cansado escenario de la política argentina? Esas son las preguntas que los mejores encuestadores no pueden responder, porque es la gente la que está elaborando – sin saberlo - las respuestas.

Recuerden a Perón y los contreras, a Alfonsín y la Renovación, a Menem y el Frepaso: los dos términos de la dicotomía eran nuevas realidades en el mapa político. En estos días, donde en apariencia no pasa nada, está ocurriendo el fenómeno más interesante de la política: la definición del enfrentamiento central de una sociedad.

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