Mi amigo Jorge Zaccagnini es uno de esos argentinos que reúnen conocimientos y amor por un tema determinado, en su caso, la informática, y han forjado con ellos a la vez una carrera profesional, en el Estado y en la actividad privada, y una forma de colaborar con su país y de plantearle ideas. Como dice el Mío Cid “Qué buen vasallo, si hubiera buen señor”. Ha subido este artículo a “El poder de la gente”, la “unidad básica virtual” de Oscar Lamberto y le pedí permiso para reproducirlo. Lo que tiene que decir sobre como impactó Internet en las formas de movilización en una sociedad muy cercana a la nuestra, y que ciertamente no tiene más recursos tecnológicos que nosotros, me parece que tiene muchas implicaciones para lo que tratamos de decir en “El hijo de Reco”
por Jorge Zaccagnini- 28/06/2006
Utilizando Internet, los jóvenes chilenos están cambiando la historia de
su país. Al decir de uno de los protagonistas de este inesperado y caliente
mayo chileno, “el arma es la Red y allí los políticos vejetes no cachan lo
que pasa”. ¿Y en la Argentina cómo andamos?
La movilización de un millón de estudiantes secundarios conmovió a toda la
sociedad chilena y sorprendió a Michelle Bachelet y a toda la dirigencia
política de ese país. Esos jóvenes de 16 y 17 años que difundieron sus
ideas, se vincularon y coordinaron su actividad a través de Internet,
convocaron a un movimiento de masas cuya magnitud e impacto haría suspirar a
más de un setentista vernáculo.
Con un protagonismo descentralizado, espontáneo, sin la referencia de
liderazgos evidentes ni el apoyo de estructuras políticas preexistentes,
este movimiento logró en pocos días instalar la cuestión educativa en el
centro de la agenda política de Chile, con un significativo costo político
para la presidenta Bachelet, que debió expresar la necesidad de trabajar
para "que toda esta mística, todas estas energías que se han demostrado
estos días denunciando problemas también podamos volcarlas en debatir
propuestas para solucionar estos problemas".
Si es cierto que se desea lo que no se tiene, esta declaración de Bachelet
puede muy bien interpretarse como el reconocimiento de la incapacidad que
demuestran los dirigentes políticos del vecino país, no sólo para contener y
liderar las aspiraciones de las nuevas generaciones –un fenómeno que suele
repetirse con excesiva frecuencia- sino para comprender el lenguaje y las
formas de organización que el uso de las tecnologías con las que han crecido
y asomado a la lucha social, ha puesto a su disposición.
La Argentina está en camino de convertirse en un ciberpaís. Alrededor de
dos millones y medio de hogares cuentan con Internet, y se calcula que la
cantidad de habitantes que son usuario de la red supera ya los diez
millones, con un amplio predominio de los menores de 40 años y
pertenecientes a todos los sectores sociales, ya que la proliferación de
cibercafés posibilita el acceso a la red a los de menores recursos. El
Gobierno Nacional ha anunciado la compra de un millón de computadoras de
bajo costo, para ser distribuidas entre jóvenes y niños de sectores
populares. A estas cifras hay que sumarle los 25 millones de celulares
vendidos en el país, un 55% más de aparatos de los que había hace sólo un
año atrás.
Paradójicamente, esta irrupción de tecnología viene acompañada de alarmantes
señales de debilidades estructurales, funcionales y jurídicas que ponen en
serio riesgo todos los esfuerzos que se hagan para ponerla al servicio de la
gente y de la Nación:
Desde una mirada política, lo sucedido en Chile resulta un llamado de
atención para quienes tienen la responsabilidad de administrar la Nación o
pretenden hacerlo.
Mucho se habla del divorcio entre la política y la gente. Mucho se dice de
la falta de interés de los jóvenes por las formas tradicionales de hacer
política. Quizás haya llegado el momento de revisar las formas instaladas de
hacer política. De imaginarse un futuro donde la trampa de la construcción
de imagen pública a través de los medios masivos de comunicación
unidireccional, pueda ser eludida por millones de personas que a través de
Internet, establezcan entre sí un vinculo más participativo para difundir
sus ideas y escuchar las ideas de los demás, para vincularse y – porqué no -
coordinar estrategias que les permitan hacerse oír, reclamar y participar de
otra manera en la construcción social colectiva.
Posiblemente, ese futuro esté más cerca de lo que muchos imaginan.
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