Quiero dejar claras dos cosas que se contraponen entre sí: Me irritan los fanáticos, los que no se escuchan sino a sí mismos y hacen daño a su causa provocando el rechazo de los que no están totalmente convencidos. Pero también sé que el aborto, la vida de los niños y de sus madres no es un tema para tibios.

Por eso, voy a tratar de buscar los mejores argumentos de un lado y del otro, y pesarlos con la pregunta:

 

¿A quién le importan los niños?

Por Abel Fernandez

 

En estos días, leí mucho a favor y en contra de la despenalización del aborto, un tema doloroso, que a la vez es el paso siguiente en el debate político abierto por la ley de esterilización.

De lo más elocuente que leí, entre los laicos, del lado “pro vida” es el trabajo – muy enjundioso – de un jurista distinguido. A favor de la libre elección para la mujer, una periodista conocida publicó ayer en Página 12 una nota que me pareció tocaba una fibra muy sincera. No voy a dar nombres – porque no importan – pero trataré de repetir honestamente lo esencial de sus argumentos. Ah, y también voy a repetir una frase que le toma (o le saca) un diario de gran circulación a la madre de una chica discapacitada y violada que pedía le permitieran abortar.

Pregunta el doctor: “¿Admitiría Ud. que mataran a un niño, digamos de dos meses de vida, por ser el fruto de una violación a una menor débil mental? La respuesta será negativa cualquiera fuese la ideología o religión del interlocutor, aun cuando sea ateo y absolutamente relativista. Frente a la vida humana, no hay otro valor o derecho comparable. No lo es la libertad sexual de la madre, ni su “plan de vida” ni su “privacidad”. Sólo sería comparable – imposible en este ejemplo – con la propia vida de la mujer. ¿Porqué entonces admite matar, en iguales circunstancias, a un ser de casi cinco meses de gestación? Es un ser vivo, distinto de la madre, de la especie humana, con DNA humano, con forma humana, hasta ya con el mismo semblante que tendrá al nacer. ¿Alguien puede decir que no es un ser humano? ¿Qué crimen ha cometido?”. El abogado, que lo es y muy bueno, sabe que la ley vigente lo autoriza y dice que “esa norma huele a eugenesia”: tiene razón. La ley que permite abortar en esa circunstancia, dictada en un momento más patriarcal y menos progresista que el que vivimos, lo hace, en lo profundo, porque la descendencia de una débil mental es desfavorable a la especie. No es un argumento que está de moda entre los partidarios de la despenalización.

A su vez, yo le pregunto al autor de esas líneas: Dr., Ud. además de jurista, es un hombre con experiencia de gobierno. Sabe que rige una despenalización de hecho del aborto: no hay ninguna mujer presa, o condenada, por haber abortado. Sabe que no hay médicos presos actualmente por hacerlo, que puede haber algunas aborteras de suburbio presas por algún aborto que terminó mal para la embarazada. Sabe entonces que la condena al aborto es una discusión de principios morales, y que la exigencia de un principio moral es válida para una religión, es esencial para una religión, pero la tarea de los gobiernos son las normas que se hacen cumplir. Entonces, lo que se discute en realidad ¿no se reduce a si el aborto va a ser gratuito en los hospitales públicos, como ya lo es la esterilización?

Dr., la pregunta práctica que quiero hacerle – a Ud. y a todos - es ésta: si una ley que no se cumple no es una disuasión eficaz, el gobierno del que Ud. formó parte – que condenaba en todos los foros el aborto -, el gobierno actual – que en la letra de la ley lo sigue condenando - ¿exactamente que han hecho para inducir a las futuras madres a no abortar?

Y una mujer que, según su propia confesión, había abortado es la que escribió: “Déjenme decirles, que una mujer, si llega a la instancia del aborto, llega acorralada y descentrada. Y llega sola. El momento que va desde saber que se está embarazada al momento en el que una abre las piernas en un lugar sórdido y rodeada por desconocidos es un trance emocional de los más duros, difícil de describir, un trance por el que pasan tantas mujeres y sobre el que sin embargo no hay una sola línea escrita. La soledad es completa.

En muchos casos, esa mujer viene de librar una batalla interna feroz. Porque una parte de ella está dispuesta al embarazo. Quizá no a la palabra embarazo, quizá ni siquiera a la idea, pero en el cuerpo de esa mujer, entre sus células y las de ese embrión, se está gestando también un vínculo. Hay tejidos que se comunican, y sangre que se mezcla, enamorándose de ese nuevo ser, porque nuestro cuerpo está preparado para el amor, no para el rechazo.

No es necesario que un grupo de fanáticos nos diga que eso que late ahí está vivo. Ese es el desgarro, ésa es la pesadilla. Eso es lo que muchas mujeres que abortan sienten y no pueden hablar con nadie. Eso que late ahí está vivo y es en potencia lo que cada una de esas mujeres alucinan en noches de insomnio. No es necesario el recordatorio de los pro-vida. Vaya nombre. Pro-vida es nuestro cuerpo, que ama más allá de nosotras.

Y a medida que esa mujer comprende que no puede ser madre, porque psíquicamente no puede, porque así es la cosa, porque esa mujer es débil o porque tiene mucho miedo, no es que elija abortar: comprende que no le queda otro remedio. No hay muchos posibles peores momentos en la vida de una mujer. Se paga. Por el aborto no sólo se paga en consultorios clandestinos, también se paga un precio mucho más alto con el tiempo, gota a gota, en visiones, en inquietudes, en tristeza sin motivo aparente, en remordimiento.”


Soy un hombre y no tengo respuesta. Pero me deja una pregunta: ¿porqué la hostilidad, porqué el odio, el llamar “grupo de fanáticos” a los que, bien o mal, con amor sincero o torpemente, tratan de recordarle el precio a la mujer que quizá no lo conoce todavía, tratan de disuadirla? ¿Porqué aferrarse al aborto, a la muerte, como la única solución? Es cierto: muchos niños que nacen mueren de desnutrición y de enfermedades evitables; y es un crimen. Pero no es una bandera. Cuando el aborto es una bandera de movimientos feministas, hay algo que está mal.

La frase que me llamó la atención: Un diario nacional recoge la crítica de la madre de la menor discapacitada y embarazada contra los grupos llamados pro-vida: “Han acosado a mi familia, golpeándome las puertas de mi casa a toda hora… Me pedían que parara el aborto y hasta me ofrecieron adoptar al niño” Entiendo que algunos católicos pueden ser tan pesados como los Testigos de Jehová, pero ¿porqué era irritante – al periodista no le pareció digno de preguntar - que el niño naciera y fuera adoptado?
 

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