El 27/10/06, justo antes que se anunciara que el fondo de inversión vinculado a George Soros iba a comprar Sancor, el periodista Javier Preciado Patiño publicaba esta nota en InfoCampo
¿Están las empresas lácteas al borde del knock out? La política económica
encorseta a la industria, que se ve obligada a reestructurar una deuda
multimillonaria.
La facturación anual de Mastellone en 2005 ascendió a casi $ 1.600 millones,
una cifra bastante similar a su gran competidor, la cooperativa SanCor, que
en el último ejercicio facturó $ 1.568 millones. Ambas empresas presentaron
quebrantos en sus balances. Mastellone de $ 71 millones, y los
cooperativistas de $ 33 millones.
“Lamentablemente, los márgenes (de rentabilidad) están crecientemente
afectados -y lo estarán aún más en el futuro- por costos adicionales no
pasados a los precios. Su compresión es de tal magnitud que a corto plazo
deberá ser trasladada a los precios de venta o compensada de alguna forma,
para asegurar la continuidad del proceso de crecimiento actual”.
Esta frase está rubricada por Pascual Mastellone, presidente de Mastellone
Hnos. SA, cuya marca La Serenísima es una de las líderes del mercado de
lácteos en la Argentina. La firmó el 10 de agosto, para concluir la memoria
que acompaña el ejercicio del primer semestre de 2006 y que arroja una
pérdida de $ 41,85 millones.
Dos meses después del vaticinio, la empresa anunció que 10 millones de
dólares correspondientes a intereses de la deuda de la compañía, que vencían
el 31 de diciembre, iban a ser canjeados por nueva deuda. Estos intereses
corresponden a una deuda multimillonaria, reestructurada en 2004.
La facturación anual de Mastellone en 2005 ascendió a casi $ 1.600 millones,
una cifra bastante similar a su gran competidor, la coooperativa SanCor, que
en el último ejercicio facturó $ 1.568 millones. Ambas empresas presentaron
quebrantos en sus respectivos balances. Mastellone de $ 71 millones, y los
cooperativistas de $ 33 millones.
SanCor, además, antecedió a su competidor en esto de reprogramar deuda
reprogramada, cuando en setiembre avisó a la Comisión Nacional de Valores
que los intereses que vencían el 30 de ese mes se iban a pagar en tres
tramos, hasta noviembre del corriente año y que difería el capital.
Previo a esto, el 8 de setiembre, la Bolsa de Comercio de Buenos Aires había
decidido suspender la cotización de dos series de obligaciones negociables
de la compañía. Con estos antecedentes hay que suponer que algo está pasando
en la estructura del agronegocio lácteo para que ocurra todo esto. Y la
respuesta está en la memoria que acompaña el último balance de SanCor.
Veamos.
Cuando en 2001 se pulveriza la convertibilidad, estas empresas que tienen
entre el 75 y el 80% de su facturación atada al mercado interno, quedaron
prisioneras del poder adquisitivo de los consumidores argentinos, muy
afectados por salarios que valían tres veces menos que antes.
Por el otro lado, los tamberos, principales proveedores de esta industria,
se enfrentaban al hecho de que buena parte de sus costos tenían que ver con
bienes transables, es decir cuyo precio se fija por la paridad de
exportación con el mercado internacional. Por ejemplo el maíz, que saltó de
valer 100 pesos o dólares, a valer $ 300. Lo mismo para el resto de los
alimentos balanceados. Pero también el costo de oportunidad de la tierra,
que tanto se puede destinar a pasturas para que las vacas coman, como a la
soja. Los balances posdevaluación de estas empresas asustan. Mastellone
manifiesta quebrantos de $ 254 millones al 30 de junio de 2002, y de $ 136
millones al 30/06/2004.
SanCor cerró su primer balance posdevaluación con pérdidas por $ 211,5
millones, que pudo ir revirtiendo parcialmente, hasta volver a caer en el
ejercicio cerrado el 30/06/2006 con un quebranto de $ 113,2 millones.
Sucede que cuando el consumo interno comenzó a reactivarse, vino el corset
de la lucha contra la inflación, que empezó a pegar fuerte a partir de la
segunda mitad de 2005. Justo en ese ejercicio (2004/05) ambas empresas
tuvieron ganancias: $ 71 millones SanCor y $ 27 millones Mastellone. Primero
fue la suba de las retenciones, luego la quita de los reintegros a la
exportación y por último el acuerdo de precios firmado en enero de 2006, por
el cual se comprometían a mantener fijo los precios de una cantidad de
productos sensibles.
Curiosamente, este miércoles 25 de octubre, el mismo Pascual Mastellone
participó junto a directivos de SanCor y de otras alimentarias, de una
reunión con el presidente Kirchner, donde de palabra se comprometieron a
mantener los precios hasta diciembre de 2007, es decir durante todo el
próximo año eleccionario.
Con la vía exportadora recortada en rentabilidad y el mercado interno
techado, además las lácteas enfrentaron una presión por el aumento de los
costos. Entre el primer semestre de 2005 y el primero de 2006, Mastellone
tuvo un incremento del rubro sueldos del 38%, en tanto que los fletes
subieron otro 21%. También honorarios y retribuciones por servicios
mostraron una suba del 55%.
A esto se le suma la presión de los mismos tamberos, quienes manifiestan
estar trabajando a pérdida o sin rentabilidad y realizan protestas frente a
las usinas, reclamando mejores precios. Pero no termina acá la cuestión,
porque las devaluaciones tácticas del peso frente al dólar, dispuestas por
el Gobierno, significan recargar la mochila de la deuda de estas empresas.
Veamos el caso de SanCor. En 1995 habían tomado u$s 70 millones para
financiar su plan de expansión y en 2000 lanzaron obligaciones negociables
por u$s 95 millones. Devaluación mediante, recién en 2004 pudieron
renegociar la deuda con sus tenedores, que asciende a u$s 176,09 M, según el
último balance. Solamente una variación negativa del peso frente al dólar en
10 centavos, significa que ese monto inicial aumenta en $ 17,8 M. Con todo
este escenario, el principal tramo de esa deuda, que se convino pagar en
diez cuotas semestrales, crecientes, a partir del 30 de setiembre de 2005,
tuvo que ser reestructurado en el año de arranque.
Gustavo Mozeris, un especialista en agronegocios, miembro del equipo de
Aacrea y de la Facultad de Agronomía de la UBA, señala la debilidad que
significa basarse en el mercado interno, en este momento. Por el contrario,
apunta que aquellas empresas con mayor apalancamiento en el mercado externo,
o directamente volcadas a él con exclusividad, están mejor posicionadas para
capear el escenario de la lechería argentina. Igualmente sostiene, y esto es
una señal positiva, no hay que esperar ninguna debacle del sector ni en el
corto ni en el mediano plazo.
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