Ya he subido a “El hijo de Reco” otros artículos del profesor Tokatlian. En realidad, uno de los primeros que publiqué era suyo, y tenía para mí el significado de una convocatoria a los argentinos: “Ninguna caída es para siempre”. En él, hablaba de “asabiyah”, la solidaridad interna que las naciones necesitan para sobrevivir.

Otras veces, lo tomé en cuenta para recoger análisis y advertencias lúcidos sobre errores de nuestra diplomacia, sobre las relaciones con Irán, despojados del discurso ideológico pero no de patriotismo. Este artículo, que reproduzco textualmente, ha sido publicado en La Nación de hace pocos días y no requeriría entonces divulgación. Pero por su importancia, no puede estar ajeno de una página a la que le interesa la suerte de Argentina y de América Latina. Ni tampoco de los análisis de los que toman decisiones.

 

Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y Latinoamérica

La estrategia proconsular

 

Juan Gabriel Tokatlian - 22 de mayo de 07
 


El reciente informe del Comando Sur de Estados Unidos - US Southern Command Strategy 2016 Partnership for the Americas - es una pieza de lectura ineludible para civiles y militares, legos y especialistas, progresistas y conservadores, gobierno y oposición, sobre el proyecto de despliegue del Departamento de Defensa en América Latina y el Caribe.

 

Se trata, sin duda, del plan estratégico más ambicioso que haya concebido en muchos años una agencia oficial estadounidense en relación con nuestra región.

 

No sólo los instrumentos (por ejemplo, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, y la Junta Interamericana de Defensa) y los organismos (por ejemplo, la OEA y las Naciones Unidas) multilaterales están notoriamente ausentes, sino que, además, las instancias políticas internas de interlocución con el hemisferio (por ejemplo, los departamentos de Estado, Justicia y Tesoro) se han evaporado en este documento.

 

El Comando Sur anuncia con notable autonomía su proyección en el área por los siguientes diez años como lo haría un procónsul continental.

 

El texto comienza por resaltar los principales desafíos de Estados Unidos en América latina y en el Caribe. Resulta elocuente -y alentador- que las dos mayores amenazas para la seguridad de los estadounidenses no estén presentes en la región: ni existen tiranos con armas de destrucción masiva ni hay formas de terrorismo transnacional de alcance global. Apenas se señala que "potencialmente" podrían usarse espacios escasamente gobernados para dañar intereses vitales de Estados Unidos. En ningún párrafo se confirma la existencia concreta de grupos islámicos radicales que operen en la zona con objeto de atacar blancos estadounidenses.

 

Es relevante que se identifique a la pobreza, la iniquidad, la corrupción y la criminalidad como retos significativos. Paradójicamente, se menciona, junto a otras organizaciones, como expresión de narcoterrorismo a las Autodefensas Unidas de Colombia, que están en un proceso de negociación con el gobierno del presidente Alvaro Uribe.

 

Ese proceso cuenta con el beneplácito expreso del Departamento de Estado y de la Casa Blanca.

 

La misión y la visión del Comando Sur son, sorprendentemente, desmesuradas: se arroga ser la organización líder, entre las agencias existentes, para garantizar "la seguridad, la estabilidad y la prosperidad en toda América".

 

A las tareas que ya son usuales para responder a los peligros que enfrenta Estados Unidos se agregan la gestación y el apoyo de coaliciones regionales y globales (las denominadas coaliciones de voluntarios) para operaciones de paz en los planos zonal y mundial, así como la identificación de "naciones alternativas" para que acepten inmigrantes y establezcan instalaciones para afrontar el problema de las migraciones masivas.

 

A los fines de incrementar la estabilidad, se procura, entre otras cosas, vincular activamente para ese fin a diversas dependencias estatales, organizaciones no gubernamentales e instituciones públicas y privadas.

 

También se propone negociar "acuerdos de seguridad en todo el hemisferio", designar a nuevos países con el estatus de aliados extra-OTAN (hoy sólo Argentina lo es) y estimular esfuerzos conjuntos entre actores gubernamentales y no estatales en labores humanitarias.

 

Para alentar la prosperidad, el documento subraya la importancia de desarrollar en América latina programas de entrenamiento en el campo de "la seguridad interna" de las naciones e incrementar el número de las llamadas Localizaciones de Seguridad Cooperativa (como las que ya existen en Manta, Ecuador; Reina Beatrix, en Aruba; Hato Rey, en Curazao, y Comalapa, en El Salvador).

 

Además, se habla de respaldar la iniciativa de un batallón conjunto de las fuerzas armadas de América Central "para realizar operaciones de estabilización" en esa subregión (cabe recordar que Nicaragua, Honduras, El Salvador y la República Dominicana enviaron tropas a Irak en 2003), de colaborar en la configuración de las "estrategias de seguridad nacional" de los países latinoamericanos y de mejorar la definición del papel del Departamento de Defensa en "los procesos de desarrollo político y socioeconómico" de las naciones de la región.

 

Esta nueva estrategia del Comando Sur se enuncia en el contexto de un creciente papel del Departamento de Defensa respecto de América latina y el Caribe. Por ejemplo, entre 1997 y 2007 el total de asistencia militar y policial de Estados Unidos a la región ha sido de aproximadamente 7300 millones de dólares: en 2005-2007, cuatro países del área (Colombia, quinto; Bolivia, octavo; Perú, décimo, y México, duodécimo) se ubican entre los quince mayores receptores del mundo de asistencia estadounidense en materia de seguridad.

 

Mientras tanto, en el último lustro las ventas de armamentos a la región se han ubicado en un promedio anual de mil cien millones de dólares.

 

A su vez, entre 2001 y 2005, el total de personal militar latinoamericano entrenado en Estados Unidos alcanzó a 85.820. Ninguna potencia extrahemisférica ni ninguna combinación de grandes poderes mundiales tiene esta intensidad y profundidad de vínculos militares con la región, ni procura alcanzarlos.

 

Junto a la sede del Comando Sur en Miami, otros puestos militares le brindan servicios y constituyen medios clave para su proyección externa.

 

Se trata de la US Army South (en Fort Sam Huston, Texas), Twelfth Air Force (en Davis-Monthan Air Force Base, Arizona), Naval Forces Southern Command (en Mayport Naval Base, Florida), Marine Corps Forces South (en Miami, Florida), Special Operations Command South (en Homestead, Florida), Joint Task Force Bravo (en Soto Cano Air Base, Honduras), Joint Task Force Guantánamo (en Guantánamo Bay, Cuba) y Joint Interagency Task-Force South (en Key West, Florida).

 

Como se sabe, la base norteamericana en Guantánamo ha sido objeto de fuertes críticas internacionales por los abusos cometidos con los detenidos posteriores a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

 

Por todo ello, la estrategia 2016 del Comando Sur continuará demandando más recursos materiales para su despliegue y mayor autonomía para su realización. Se trata de un plan vasto, ávido e integral, cuya ejecución es, al parecer, independiente del futuro político-militar de Irak y Afganistán y de la próxima elección presidencial de 2008 en Estados Unidos.

 

De una manera implícita se asume que ningún gobierno liderado por un demócrata o por una demócrata alterará el rumbo de la diplomacia militar respecto de la región durante una década.

 

Si el procónsul era, en el imperio romano, el gobernador de una provincia con jurisdicción e insignias, el Comando Sur parece dispuesto a asumir las tareas proconsulares de Washington en América latina y el Caribe.

 

Las turbulencias domésticas y las fracturas intrarregionales en el área alimentan la tentación expansionista de las fuerzas armadas de Estados Unidos en el área: nuestra pasividad individual y falta de integración colectiva podrían terminar legitimando lo que cada vez más tiene contornos de convertirse en una era proconsular.

 

El autor es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.


   

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