Abel Fernández - 23 de febrero de 2007
En la segunda quincena de febrero recibí de una amiga un mail que decía, en parte:
Este es un chiste
reaccionario vinculado a este año electoral.
Me lo mandó un amigo "de derechas".
Yo no soy "K" pero no me gustó.
Te lo mando como documento y síntoma del momento.
“Se dice que cuando Dios creó el mundo, para que los hombres prosperasen,
decidió concederles dos virtudes:
A los suizos los hizo ordenados y cumplidores de la ley.
A los ingleses, persistentes y ambiciosos.
A los japoneses, trabajadores y pacientes.
A los italianos, alegres y románticos.
A los franceses, cultos y refinados.
Cuando llegó el turno de los argentinos, se volvió hacia el ángel que tomaba
nota y le dijo:
Los argentinos van a ser inteligentes, buenas personas y kirchneristas.
Y así se hizo. Pero cuando acabó de crear el mundo, el ángel le dijo a Dios.
'Señor, a todos los pueblos le diste dos Virtudes, pero a los argentinos
tres. Esto hará que prevalezcan sobre todos los demás'.
'Sabes que tienes razón, mi buen ángel'
'Bueno, como las virtudes divinas no se pueden quitar; que los argentinos
tengan tres, pero cada argentino no podrá tener más de dos virtudes a la
vez.
'A ver si entiendo... aventuró el ángel.'
El argentino kirchnerista y buena persona, no podrá ser inteligente.
El que sea inteligente y kirchnerista, no podrá ser buena persona.
Y el que sea inteligente y buena persona, no podrá ser kirchnerista.
¡¡ Así sea !!”
y le respondí así:
Querida amiga:
Hace algunos años recibí de … un mail reenviado muy similar al tuyo. La
diferencia que recuerdo es que en lugar de "kirchnerista" decía "menemista".
Y estoy seguro que no era la primera versión.
Me interesa más que vos lo señalás como "síntoma del momento". Lo que yo
percibo es que en los sectores politizados de la sociedad (entendidos como
tales los que, como condición mínima, leen las noticias políticas en Clarín
u otro diario de gran circulación y que, estimo, alcanzan a un 6 % de la
población en condiciones de votar) hay un importante porcentaje que siente
un gran fastidio con Kirchner. Este porcentaje aumenta con el grado de
politización, y llega a ser casi unánime - aunque no confesado - entre los
que pueden denominarse políticos. Pero como estos últimos no superan los
veinte mil en todo el país, son irrelevantes en una elección nacional.
Este fastidio surge - además de la envidia que en todo gallinero se siente
por el ave que está en el palo más alto - por el manejo patotero del poder
(con numerosos antecedentes en el peronismo y en el sindicalismo, debemos
confesar entre nosotros) y por una manifiesta guaranguería del tipo en
cuanto figura pública. Podría atribuirse también a sus limitaciones como
estadista,... si no fuera que Menem, que no era exactamente el rey filósofo
que pedía Platón, no despertaba el mismo fastidio (la bronca de la clase
media era otra). Lo que es indudable es que no tiene relación con la lucha
de clases, que según el tío Carlos era el motor de la historia, puesto que
los politizados no son precisamente los que están más abajo en la escala
social, y los políticos... muchos de ellos zafaron.
Entonces, mi feeling - corroborado por las encuestas serias - es que todavía
no existe una oposición a K con una importante inserción social. Esto parece
raro, porque hay varios sectores numerosos que están agredidos por la
gestión y/o el estilo K: la "familia militar" y la de las fuerzas de
seguridad, que son atacadas en su imagen de sí mismas al ser demonizadas una
y otra vez por el presidente o por quienes lo apoyan; los católicos, que
pueden percibir una ofensiva cultural contra sus valores y sus símbolos; los
peronistas tradicionales, ídem; los menemistas, que son muchos menos que
antes pero todavía quedan, que son atacados en ambas formas; los empresarios
agropecuarios, que la juntan con pala (muchos) pero que se sienten agredidos
por un gobierno hostil,...
Está bien, estos grupos son muy heterogéneos y aún Perón encontraría hoy
difícil sumarlos y articularlos. Pero fijate que un colectivo político
tradicional y aparentemente disponible, que no es ni peronista ni progre,
los votantes de los partidos llamados de "centro derecha", que en Argentina
han sumado a veces (1973, 1989) un tercio del electorado y nunca han bajado
del veinte por ciento (los votantes, no los partidos), hoy no son la base de
una propuesta política nacional. El Mauricio, la previsible esperanza blanca
de esos tipos, se tira a la Capital, el único distrito donde se ve posible
construir una opción de poder con ese electorado... en contra de Kirchner. Y
aún allí no realiza una oposición dura.
A mí se me ocurre que este dato particular de la realidad nos da una punta
para entender el problema. Más allá de las limitaciones de Macri como
político, lo que resulta aparente es que los sectores medios, medioaltos y
altos de la sociedad no tienen, en general, un antagonismo de fondo con este
gobierno. Sus modales les resultan ofensivos y no cuenta con un proyecto que
les entusiasme, como, por algunos pocos años, los logró entusiasmar Menem.
Pero ha mostrado, hasta ahora, muñeca para manejar el barco sin chocarlo...
y después de la experiencia argentina de las últimas décadas este es el
único requisito imprescindible.
¿Y los argentinos - más de la mitad - que están mal, sin estabilidad
laboral, sin seguridad, sin perspectivas de futuro? ¿Los que están muy mal,
en villas, asentamientos, los desplazados del campo - quizás hasta un
tercio? Bueno, están un poco mejor que hace cuatro años... y no tienen una
fuerza política que los exprese. En la latinoamericanización de la
Argentina, les es cada vez más difícil organizarse a sí mismos; no tienen
sindicato (hoy el trabajador en blanco pertenece a la clase media). El
peronismo, que solía ser su vocero, ya no lo es (¿alguien le ha escuchado
decir algo últimamente?). La militancia social de origen marxista o
cristiano, que durante los '90 y especialmente en la crisis del 2001
construyó un poder de movilización con ellos, ha recorrido en general con
gran rapidez el camino que hicieron los peronistas y hoy son aparatos
políticos dependientes del estado; muchos ya están negociando con Scioli su
apoyo, y no se les puede criticar demasiado: conseguirán más para su gente
de su eventual gobierno que apoyando a que Jorge Altamira o Vilma Ripoll
lleguen a diputados.
Entonces, qué queda por hacer a los que no son colaboradores rentados del
oficialismo – o de otro aparato político? Bueno, me parece que la batalla
cultural tiene sentido, en la medida que lo que llamábamos "el campo
nacional" años atrás no se está expresando. Y todavía sigue siendo válido lo
que decía, creo, Disraeli: “los ricos pueden ser internacionalistas; los
pobres necesitan su patria”. La política está vacía de interés hoy, excepto
como salida laboral... pero inevitablemente volverá a expresar opciones.
Siempre empieza, justamente, por los sectores más politizados... y la
Capital Federal apunta este año un poquito menos aburrida que el resto. Por
razones de historia, corresponde agregar que el peronismo, cataléptico como
está, pese a todo sigue siendo la identidad política de la mayor parte del
movimiento sindical y el único aparato electoral con presencia - ya no
exclusiva - en los sectores marginados.
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