Junio 3/07, 21 hs. En Buenos Aires comienza una batalla nacional (Y va ganando Torcuato Di Tella)

Abel Fernández
 


Mientras veo en TV y en la Red la catarata de análisis y opiniones que ya se derrama, tengo dudas sobre la sabiduría de agregar más palabras a la inundación. Pero la política ha sido y es una parte importante de mi vida. Y es una parte no insignificante del destino de todos. De lo que pasó hoy, van a encontrar en los diarios de mañana – o si son sofisticados, en los blogs - buenos análisis para elegir (porque serán diferentes). Me interesa decir lo que pienso de la realidad futura, que estos resultados ayudan a formar.

 

Algo que me parece importante apuntar: cuando Ignacio Fidanza explicó “Porqué el post-kirchnerismo nace en la ciudad” en una nota que reproduje aquí, se equivocaba (o por lo menos, se adelantaba demasiado): Daniel Filmus ha demostrado ser un buen político para la Capital, posiblemente para la Argentina de las grandes ciudades. Pero creo que resulta evidente a todos que fue el apoyo y la voluntad de Kirchner los que transformaron a una figura poco conocida en el candidato que reunió la cuarta parte de los votos porteños y venció al que era Jefe de Gobierno de la ciudad.

 

Los argumentos de Fidanza eran buenos, y, después de todo, el anticipó ahí: “Macri ha tenido problemas en la segunda vuelta. Pero en una sociedad con rasgos de histeria como la porteña, tal vez el largo coqueteo que realizó le termine sumando, como esas chicas difíciles que cuanto más se niegan más lindas parecen”. Pero no acertó cuando dijo que “Telerman puede representar la centroizquierda "con gestión", abierta al diálogo y sin esa pátina de corrupción y autoritarismo que persigue al gobierno nacional”. La idea era buena – un kirchnerismo sin Kirchner – pero parece que sólo convenció a sectores politizados de la sociedad, que – lamentable o afortunadamente – no son la mayoría.

 

En Buenos Aires se hizo evidente que no hay una propuesta política con votos que ocupe espacios a la izquierda del Presidente (El esfuerzo de Lozano, que fue visto con mucha simpatía por esos sectores politizados, fue simplemente testimonial, como el de lo que Verbitsky llama la paleoizquierda que lleva a Patricia Walsh). Y parece necesario recordar que la fórmula que llega al ballotage – y que, dicen las malas lenguas, no entusiasmaba demasiado al Pingüino mayor – está, junto a un funcionario del gobierno nacional – es decir, el cuadro K emblemático - como Daniel Filmus, Carlos Heller de Credicoop, que representa por historia, ideología y profesión la izquierda más tradicional y seria de la ciudad.

 

Alguien puede decir aquí: “Este es otro análisis teórico más ¿Dónde está la batalla que anuncia el título? Más allá de las bravatas de los K, la elección está decidida”. Desde los números, tienen razón. Aún si Macri no consiguiera un voto más, si un 8 % de los votantes de hoy (por ejemplo, los de la izquierda dura) deciden votar en blanco el 24, conseguiría entonces más del 50 % de los votos válidos.

 

Es cierto. Pero ese enfoque ignora el hecho evidente que hubo dos batallas electorales en la Ciudad y no una. Macri hizo – se esforzó en hacer – una campaña municipal, enfocada en los problemas porteños, sin atacar en ningún momento al gobierno nacional (ni siquiera cuando Skanska o la escasez de energía estaban en los titulares). Telerman también trató de pelear así, hasta que la hostilidad K le hizo sentir que no podía hacerlo y terminó enfrentando la pelea nacional que proponía Filmus, es decir, Kirchner. Y fue derrotado.

 

La primera pregunta clave para la estrategia del gobierno nacional es, entonces ¿Cuántos de los que votaron a Macri hoy votarían a Kirchner en octubre? Los que conocen la Capital, en particular de Rivadavia al oeste, saben que bastantes.

 

Hay otro factor, que mencioné en mi nota que acompañaba a la de Fidanza “Porqué el post-kirchnerismo no nace en el país”: “los sectores medios, medioaltos y altos de la sociedad no tienen, en general, un antagonismo de fondo con este gobierno. Sus modales les resultan ofensivos y no cuenta con un proyecto que les entusiasme, como, por algunos pocos años, los logró entusiasmar Menem. Pero ha mostrado, hasta ahora, muñeca para manejar el barco sin chocarlo... y después de la experiencia argentina de las últimas décadas, este es el único requisito imprescindible”.

 

Quiero ser preciso. Creo que es casi segura la victoria de Macri el domingo 24. La imagen de Kirchner ha sufrido un serio desgaste en las últimas semanas, y la Capital es el distrito donde tiene menos aprobación popular. Pero va a haber una batalla muy dura. Los antecedentes del Presidente lo dejan muy claro.

 

Y esa batalla, en el distrito más visible del país, va a condicionar la política argentina de los próximos años. Es más, nuevamente surge la fantasía que cruzó por algunas cabezas varios meses atrás: Mauricio Macri, victorioso en la Ciudad, deja a Gabriela Michetti a cargo de su gobierno para pelear en octubre la Presidencia.

 

Aún descartando esa hipótesis – que sólo en Argentina o países tropicales podría considerarse - Macri se convertirá en el líder de la oposición. Y, casi seguramente, en la cabeza del segundo distrito electoral del país, el dueño del tercer presupuesto argentino. Lavagna, Lilita Carrió – la gran derrotada de estas elecciones – se desvanecen como sombras pálidas; López Murphy no tendrá otra opción que subordinarse a su estrategia, al desaparecer la opción de aliarse con la líder del extinto ARI.

 

Y Macri – que va a encabezar la oposición de derecha a este gobierno, para el entusiasmo de los que ven que en Europa vuelve la derecha – tiene menos que ver, personalmente y en su construcción política con la derecha tradicional argentina que lo que Kirchner tiene que ver con el Partido Justicialista.

 

Esto no es el post-kirchnerismo. Pero si apunta a ser el post-peronismo.

 

Entiéndase bien: peronistas, hombres y mujeres con historia y formación en el peronismo hay en todas las listas (Mario Cafiero logró hace dos años el éxito originalísimo de infiltrarse en las del trotskismo). Kirchner se apoya en la mayor parte del país en los aparatos tradicionales del peronismo, y gran parte de sus funcionarios vienen de ahí.

 

Pero el enfrentamiento decisivo, el que trazará las líneas de la incorporación de las nuevas generaciones a la política, hay una muy fuerte probabilidad que se dé entre “una centroderecha capitalista aggiornada, con intenciones de eficiencia, que asumió cierto rol social para el Estado”, por un lado, y un desarrollismo industrialista, proteccionista en lo económico, cuya bandera ideológica son los derechos humanos y sus valores son los de un progresismo laico.

 

No son las peores opciones que se le han presentado al pueblo argentino. Pero cabe preguntarse si todavía es posible en el siglo XXI una propuesta política – también, inevitablemente, actualizada - que, apoyada mayoritariamente en los votos de los pobres y excluidos, plantee un proyecto nacional y asuma valores enraizados en nuestra historia y en nuestra identidad latinoamericana. Por lo menos, siento que esa es la pregunta que vale la pena contestar.


   

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