Argentina latente

Fernando Solanas y su testimonio
 

3 de junio de 2007
 


De Fernando “Pino” Solanas me separan algunas evaluaciones sobre estrategias políticas, y su talento como director de cine, del cual no tengo ni pizca. Me unen otras cosas: alguna breve militancia en común, en un período hermoso y loco cuando él y yo éramos mucho más jóvenes, y sobre todo, la admiración y gratitud por su obra, y en particular por ésta, su última película. Como arte, tal vez no es mejor obra (en mi intimidad, no creo que pueda superar “El exilio de Gardel”); pero eso importa poco. No tengo forma de expresar cómo valoro lo que hace en ella por volver a levantar un sueño y un orgullo argentinos.

 

Lo asombroso es que medios que están mucho más lejos que yo de las posiciones de Pino – Clarín y La Nación – le dieron lugar y eco en sus páginas, venciendo la vieja tradición del ninguneo. Quizás se deba en parte a la profesionalidad periodística de Miguel Frías y Claudio Minghetti, que hicieron los respectivos reportajes, y le dejaron hablar. De ellos tomo este testimonio

 

Argentina latente es un documental que reconstruye las coordenadas de un país industrial que —sostiene Pino— alguna vez fuimos y podríamos volver a ser. "Es la épica de 150 años de desarrollo científico y tecnológico, a pesar de las crisis, la corrupción, la indiferencia, la fuga de cerebros —explica—. Historias humanas que muestran la historia de nuestra industria, ciencia y tecnología. La ciencia, acá, es una gran epopeya: el avanzar donde todo, todo te empuja al abandono".  

 

"Sentí que era necesario recordar lo que fuimos capaces de hacer", asegura el cineasta, que comenzó su carrera haciendo cine testimonial, de barricada, peronista hasta el tuétano, marchó al exilio dos veces y, una vez recuperada la democracia definitivamente, regresó con ficciones para nuevamente volver al registro documental.

 

Según el autor (con Octavio Getino) de obras largamente prohibidas, como La hora de los hornos y Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, "a pesar de las crisis periódicas que sufrió el país, de la falta de medios, los bajos salarios y la fuga permanente de materia gris, la ciencia nacional no dejó de desarrollarse gracias al abnegado aporte y creatividad de sus investigadores, que fueron inventando respuestas a obstáculos imprevisibles". Para demostrar esta otra realidad, recorre los astilleros Río Santiago e indaga acerca de la energía nuclear, la ingeniería aeroespacial y la industria automotriz.

 

"Argentina latente" deja una sensación más optimista que sus anteriores documentales: "Memoria del saqueo" y "La dignidad de los nadies"...

 

Es que el país es una catarata de pasión, sobre todo de los jóvenes. A ellos les dedico esta película ¿Dónde hay 10.000 personas estudiando cine y 10.000 teatro? ¿Y oleadas entrando a las universidades tecnológicas? Los años 90 instalaron dos mitos: que el país es pobre y que no hay salida. Un científico de la talla de Conrado Varotto dice en mi documental: "Se acabó el no se puede, se acabó el colonialismo mental".

 

"Es interesante esta actitud de científicos argentinos con una ética al servicio de la nación, ese mismo espíritu que nació con el cordobés José Antonio Balseiro, que inculcó en su instituto de física superior que funciona en Bariloche que sus alumnos reciben una contribución extraordinaria de la sociedad, que el país los beca y que en algún momento es necesario retribuirle al país lo que ha invertido en ellos. Por ejemplo, casi todos los egresados del Balseiro se van dos o tres años afuera para aumentar sus conocimientos, y casi todos regresan", asegura el director.

 

¿Siempre vuelven?

 

-No, la realidad es que hay más de 50.000 profesionales argentinos trabajando en el extranjero.

 

¿Eso tiene que ver con que la Argentina es un país "expulsivo"?

 

-Lo ha sido, lo que habla de una falta de inteligencia absoluta. En estas décadas, el mundo ha avanzado hacia la sociedad del conocimiento científico-técnico, que es el valor más requerido por todas las sociedades. Desde 1966, cuando [Juan Carlos] Onganía corrió a bastonazos a los científicos, se dieron varias olas expulsivas. En los 90, [Domingo] Cavallo los mandó "a lavar platos" y canceló todas las vacantes de los institutos de alta investigación que tiene el país: una vergüenza.

 

Eso no ocurre en los Estados Unidos ni en Europa...

 

-Todo lo contrario, ellos buscan a nuestros profesionales, porque están muy bien calificados, sin haber invertido nada. ¡Hay miles de médicos argentinos trabajando en Estados Unidos, en los que no invirtieron un dólar!

 

¿Qué lugares fueron afectados?

 

-El Conicet, los institutos de tecnología industrial y agropecuaria, el Malbrán, por ejemplo, que es el que produce las grandes vacunas. Hace quince años que el país no llena las vacantes de sus institutos científicos fundamentales. Quiero ser duro en la crítica, lo que aquí se dedica a ciencia no llega al 0,6 por ciento del producto bruto interno... Brasil nos dobla y tanto Estados Unidos como Europa están arriba del 2 por ciento. Las universidades de San Pablo y de Ciudad de México tienen presupuestos que multiplican por seis el de la UBA.

 

En el desfile también aparece el tema de las escuelas...

 

-No pueden sostenerse con 100 pesos por mes, no son centros de salud ni de terapia social, son escuelas. Son las grandes contradicciones de un país con grandísimas riquezas naturales. La Argentina fue el primer país del hemisferio sur en enriquecer uranio, es número uno en tecnología para fabricar reactores nucleares, se construyen satélites de última generación... Sin embargo, aquí nadie sabe quién fue el astrofísico Ramón Enrique Gaviola, fundador del Observatorio Astronómico de Córdoba, ni quién es ahora Conrado Varotto, el actual presidente de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), un número uno.

 

¿A qué atribuye esta realidad?

 

-A la incultura y poca sagacidad de nuestros dirigentes. Me parece extraordinario lo que dice Varotto en mi película, que la única explicación que puede darse de que este potencial exista son el talento y la creatividad de los jóvenes que a pesar de todo siguen siendo brillantes. Tenemos todo esto maravilloso, pero hay algo que no se puede entender: tenemos alta tecnología pero no podemos solucionar el drama de tres millones de chagácicos, que es una enfermedad de la pobreza.

 

Es sintomático que el más optimista en "Argentina latente" sea un italiano...

 

Varotto es italiano de origen, pero sería mala fe decir que no es argentino: vive acá desde los 9 años. Como inmigrante, le agradece a la patria que le permitió llegar a la cúspide de su carrera. Acá, donde es un hábito decir este país de mierda, emociona que diga “Les agradecí a mis padres haberme traído a este país maravilloso”. Sintomático es que, siendo uno de los mayores científicos de América Latina, casi nadie lo conozca.

 

La fama y el mérito ya no están vinculados, ¿no? Lo demuestran programas de altísimo rating, como "Gran Hermano"

 

Una maestra dice algo terrible en mi película: "Entre otras cosas, tenemos que luchar contra la televisión: les inculca a los chicos un lenguaje imposible, una idea deformada del mundo". Los chicos viven prendidos a la TV: una máquina de imbecilización. La TV abierta nocturna se degradó en estos últimos cinco años. En 2002 tenías a Grondona, pero también a Lanata. Quedaba algún foco de debate de país. Por otro lado, surgen nichos interesantes, como la señal Encuentro.

 

¿Teme que consideren a "Argentina..." como un filme de tendencia oficialista?

 

No. Al oficialismo le duele mucho esta película, con gente de peso denunciando que este gobierno mantiene el modelo agromineroexportador de Menem. El desfalco de las compañías petroleras y mineras sigue. Hay un crecimiento innegable, pero también una injusta repartición de la riqueza. Esta película es un canto a la lucha de tanto científico no reconocido: mi poema de amor al país, una muestra de lo que pudimos y podemos hacer. Me preocuparía que se tomara a la película como prokirchnerista.

 

¿Y hay continuadores del cine militante?

 

Muchos. A partir de la tecnología digital, ha surgido una generación de nuevos documentalistas. Jóvenes que toman banderas y hacen un cine de creatividad enorme, creatividad que no veo en la ficción. ¿Cuántas películas ficcionales actuales sentís que enriquecen la historia del cine? Pocas. Hace 30 o 35 años había más. Ahora es muy difícil encontrar un largometraje que supere a una buena novela. Aunque los géneros felizmente se fusionan.

 

En "Argentina..." un entrevistado se emociona y usted entra en cuadro para abrazarlo. Evidentemente, no le dio prioridad a la prolijidad estilística...

 

Durante el rodaje se produjo una relación emocional muy fuerte con los entrevistados. Al hablar con ellos me puse en el rol del espectador común, no de Pino. Conozco muy bien los temas que se tratan, pero pregunté desde la ingenuidad. El que junte mis preguntas pensará: "Es un imbécil, un tarado que no entiende nada". Todo era tan revelador que quise enfatizarlo. Y cuando alguien se emocionaba, intenté ayudarlo a soltarse. Nada estuvo programado: hubo catarsis y las compartí, no me interesó buscar encuadres. A veces hice esfuerzos por no llorar de emoción.


   

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