Roberto Roitman, economista y militante político, al que conozco desde hace más años de los que nos gusta recordar a ambos, escribió este artículo pensando en la realidad de su Mendoza. A mi me pareció que lo que dice sobre como es ahora la política en el mundo y en nuestro país y como podría ser, vale la pena de ser repetido. Al menos, yo lo suscribo.

 

 

Tocando fondo: la política aquí y ahora

 

Lic. Roberto D. Roitman
 


La acción política viene descendiendo en un largo tobogán. Se debate cómo lograr que “vuelva a encantar” a un número importante de personas, cómo generar cambios permanentes y estructurales, y volver a dotarla de sentido recuperando su misión transformadora, de instrumento de construcción de equidad. Esta crisis, así como el debate sobre la misma, son comunes a casi toda la geografía mundial, pero en Argentina y Mendoza toma matices diferenciados y propios.

La política, noble actividad surgida para la transformación colectiva y organizada de la realidad, agrupación libre de hombres, se ve hoy reducida a “torneo de vivos” o a “agencias de empleo”, a clientelismos. Confiscada la voluntad popular, con mecanismos donde los menos eligen a quienes los más deben votar. Si la soberanía popular es confiscada, si sólo se hace política desde el Estado y desde los medios, ganan los aparatos porque cada vez hace falta más plata. No hay militantes que sean correas de transmisión; son remplazados por “encuestadores-oráculos”, mediadores con y de la realidad. No hay contacto directo; todo televisión.

La política, esencialmente incluyente, se vuelve excluyente y sectaria. No se promueven nuevos hombres ni mujeres. Nada de competencia. Repeticiones, reiteraciones, reelecciones, salvo con algún pequeño cambio que es “como el vinagre en la ensalada”. La ausencia de un proyecto colectivo para la comunidad mendocina se hace sentir hondo.

Sobre la necesidad de nuevos instrumentos que incluyan y superen a los partidos, hace años que sostengo la necesidad de una profunda y renovada concertación. Pero mientras no aparezcan claramente explicitados los valores e ideas que la sostienen, los intentos que van apareciendo por acá semejan la versión local de la borocotización, y se inscriben en el nuevo partido “Mepaso”, antes que en intentos como el “Frepaso”.

¿Frentes, Alianzas, Movimientos o qué?

Estas indefiniciones oportunistas quizá surjan porque aún no se avizora la aparición de proyectos superadores que clausuren las etapas anteriores. Abramos una ventana de esperanza, pero cualquiera que ésta sea, si es, se debe basar en la libertad organizada de la comunidad. Por lo tanto; la capacitación y la preparación humana y técnica son imprescindibles. Pero salvo raras excepciones no hay elaboraciones acerca de qué significa la concertación, por lo que ésta aparece más como una agencia de empleo y repetición de las mismas figuras en los cargos, que como una síntesis, o propuesta superadora.

¡Pobres de nosotros, los mendocinos: hace 4 años envidiábamos a San Luis, y ahora envidiamos a San Juan! Mientras nuestra provincia no se desarrolla como podría, y la masa salarial tiene el segundo peor crecimiento del país, lo que más se incrementa es el gasto en seguridad (es el segundo sector generador de empleo). Pero, además: 400.000 hogares a $ 1.500 gastados para rejas por hogar, son $ 600.000.000 gastados al cuete en Mendoza. Esto implica aumento del costo de las transacciones, pérdida de competitividad, etc. Más la grave potencial pérdida en turismo cuando se corre la voz.

La gestión no es relevante. Desde turismo hasta exportaciones, desde empleo a seguridad, gasto público, educación, escuelas que no se pueden abrir, y escuelas vacías por deserción y hasta por frío, la Justicia, etc… Cobos fue elegido para la fórmula presidencial por su voluntad de abandonar la UCR, más que por su gestión. No caigamos en el “mendocinismo”.

Pero no sólo los dirigentes aparecen con un comportamiento individualista: el tránsito en Mendoza es uno de los mayores y fácilmente visibles ejemplos de anomia. Primero yo, sálvese quién pueda. Sólo lo mío es importante: triple fila de autos parados.

La retirada del velo neoliberal en el mundo nos enseñó (con un inmenso costo) que el desarrollo es un proceso sistémico que debe atender a la “nueva cuestión social” (que todos seamos y nos sintamos parte de un mismo proyecto). Inclusión, que le dicen.

Sólo se conduce lo organizado, aquí apenas se lidera. Y a impulsos, no en forma continua. Y ¿cómo se va a organizar si no hay doctrina que dote de permanencia en el tiempo? Eso requiere unidad de concepción y los “virajes tácticos” son difíciles de justificar y no son suficiente anclaje para permanecer, salvo por un precio. Los partidos políticos no son remplazados por organizaciones, sólo por hombres.

Un grupo de influyentes intelectuales y políticos europeos, en general socialdemócratas (Wieviorka, Touraine, etc.), se reunieron a fines de 2006 para debatir “ideas para acabar con el declive de la democracia tradicional”, las que condensaron en “La primavera de la política”. Allí se preguntan si ha comenzado el siglo XXI bajo el signo de la antipolítica...  La política parece impotente para hacer frente a los grandes desafíos del mundo contemporáneo. El déficit de la misma se observa de manera espectacular en la degradación de la relación entre gobernantes y gobernados, más concretamente en lo que los segundos piensan de los primeros: La hostilidad y el desprecio hacia los políticos varían según el medio social o cultural, pero afectan a todos. Los más educados, los más favorecidos, piensan que los políticos son incompetentes y lamentan su incapacidad para elaborar programas y ponerlos en marcha, mientras en las capas populares se extiende la idea de que los políticos actúan en función de sus intereses particulares y realmente sólo prestan atención a sus propios problemas.”

Si esto es así en los países centrales, donde los niveles de inclusión y desarrollo son envidiables, desde nuestra situación relativa ¿cómo serán los desafíos por acá donde las tareas están todas por hacerse?

El reino de la opacidad

La comunicación política tiende a primar sobre el del mensaje. La forma sobre el contenido, los actores más que el guión. Para no hablar del peso de los efectos especiales. Proceso de mutación, dicen algunos expertos, de la democracia representativa a la democracia delegativa.

Si no hay vínculos de identificación y confianza entre gobernantes y gobernados, sumados a la personalización de los vínculos políticos (vía mass media y relación individual) se afirma que ya no es una democracia de representación, sino de delegación: se autoriza a los elegidos a que gobiernen según su criterio. Pierden valor las promesas preelectorales, los programas o plataformas, y los gobernantes se legitiman, o no, ex post facto.

La situación coloca sobre el tapete nuevamente a las controversias en torno a los mecanismos de regulación social, al dominio sobre la población y su legitimidad, al problema del consenso y la hegemonía, es decir: plantea una serie de interrogantes acerca de la posibilidad de un programa de acción colectiva que recupere la noción de bien común.

Los cambios operados en la economía, local y global, han impactado en la reestructuración del Estado, de las relaciones sociales y obviamente de la política. Pero el desconcierto del ciudadano, el que debe elegir, es fenomenal, nunca visto.

De paso, veamos: ¿Desconcierto es lo contrario a concertación? Nuestra clase dirigente debe tener comportamientos de brújula, no de veleta. Recordemos que gobernar, y también hacer política, es hacer pedagogía. Siempre es necesaria la brújula, y cuando la cartografía es compleja más necesaria aún. Así como no hay revolución sin oposición, no hay nuevo país sin nueva institucionalidad. Ni desarrollo con exclusión. Si no hay una reforma política profunda, debate de ideas, espacios para nuevos dirigentes, formación de cuadros, nuevos institutos como la revocatoria de mandatos, vínculos que religuen la política al territorio, que obliguen a la rendición de cuentas, entre otros, seguirá la exclusión de ciudadanos que se quieran hacer cargo del destino común.

 

(Este artículo fue publicado en la versión online del diario Los Andes el 20/9/2007)


   

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