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lunes 25/09/06

Una victoria de Rucci

 

Aunque soy peronista, y por lo tanto – Borges dixit - incorregible, en “El hijo de Reco” quise evitar la liturgia y, hasta donde pueda, el lenguaje del peronismo. Entiendo la necesidad de la liturgia, de todas ellas, porque son parte esencial de las convicciones e historias que expresan. Y el lenguaje del peronismo es menos una jerga de iniciados que, por ejemplo, el marxismo o la economía. Pero me parece que los peronistas tenemos que hablar para los que no lo son, para los que ni siquiera son antiperonistas; porque muchos argentinos de 30 años o menos no ven en el peronismo más que la expresión de un oficialismo, local o nacional. Si todavía somos algo más que eso, la liturgia y los códigos no son imprescindibles. Si no, no alcanzan.


Pero es difícil hablar de José Ignacio Rucci, en serio, para afuera del peronismo. Porque él era el biotipo del peronista. Como dirigente sindical, como militante, como hombre. No tengo el tiempo ni el oficio para escribir su biografía. Pero creo que nos la debemos. Sobre su asesinato – del que hoy se cumplen 33 años – hay mucho escrito.

Lo que quiero hacer aquí es marcar algo que, por muy visible, puede pasar desapercibido. Antes del golpe militar del ´76, de la represión, hubo una guerra civil en nuestro país. Empieza mucho antes, con el odio clasista que provocó la irrupción del peronismo, con las bombas y fusilamientos con que se quiso combatirlo. Pero cuando comienza la década del ´70 ya había mutado en forma sorprendente: un enfrentamiento claro y mortal entre dos sectores que, en su mayoría, levantaban ambos banderas peronistas. De un lado, la Tendencia Revolucionaria y las organizaciones armadas que la conducían; del otro, la derecha peronista y, aliado a ella por los ataques del común enemigo, el sindicalismo. Rucci fue una de las muchas bajas de esta guerra.

Después vinieron muchas más muertes, y también los años y las necesidades políticas. Entre todos, velaron esa parte de la historia, esa lucha en que ambos bandos gritaban Viva Perón. En Argentina hoy, y en el mundo en general, ha triunfado el discurso que reivindica el heroísmo y el sufrimiento de un lado, el que se identificó con la Tendencia (tal vez en parte porque ya nadie plantea revoluciones). El peronismo – con su pragmatismo genético – se ha olvidado en público del otro lado, y de esas batallas. Excepto, excepto… por la memoria de José Ignacio Rucci. La dirigencia peronista que lo reconoce, lo homenajea en público. Y el otro lado,… no habla de él. Aplica la técnica tan argentina del ninguneo.

Pero esa técnica tiene límites muy precisos. La dictadura, que inventó el ninguneo definitivo de los desaparecidos, los aprendió después. La legitimidad que dan a una causa sus caídos, el heroísmo incontestable del que entrega su vida, es un argumento poderoso del bando que los cuenta. Pregúntenle al Che, cuando explicaba al hombre de la CIA: “Para Uds. valgo más vivo que muerto”; y no lo entendió. Es un poco irónico que Rucci sea el único muerto de su lado que hoy se reivindica en los muros, cuando él hizo lo posible, lo que Perón le pidió, para encauzar el enfrentamiento.

Pero era un hombre de lucha y no le habría disgustado saber que hoy, 33 años después, iba a seguir peleando. Quiero recordar al Petiso con una foto que todos los que estábamos vivos entonces tenemos grabada: el primer regreso de Perón en el ´72, el Viejo que desciende del avión bajo la lluvia, los dirigentes lo rodean, Rucci sostiene el paraguas. Perón tenía su sonrisa legendaria y los ojos alertas del que prevé las batallas que se avecinan. En los demás rostros hay en algunos preocupación, en otros alegría mezclada con temor: también veían las batallas que empezaban. En Rucci… hay una sonrisa jubilosa que le parte la cara. Él era peronista y estaba contento que Perón había vuelto a la Patria.

Abel Fernández
 

 

 

viernes 14/09/06

Europa, el Papa y la guerra que sigue

La batalla del Líbano ha entrado en “Pausa”. Siguen activas y feroces, las de Irak y de Afganistán. Queda pendiente, amenazadora, la madre de todas ellas: la de Irán. Europa, China, Rusia envían señales claras que no la quieren. También, más discretamente, las emiten jefes militares de los Estados Unidos que, con ojo profesional, perciben las dificultades de la tarea. Pero hay una guerra en marcha y su lógica, la de todas las guerras, consiste en extenderse e incorporar todos los conflictos en su terrible simplificación.

Con esta lógica ha tropezado Benedicto XVI. A cualquiera que lea el texto de la conferencia que el Papa pronunció en Ratisbona, o el despacho de AICA que la resume fielmente y que aquí reproducimos le resulta evidente que, europeo hasta la médula, estaba dando la batalla doctrinaria por el alma de Europa, que percibe en proceso de descristianización. Por eso dice “no es sorprendente que el cristianismo, a pesar de su origen y de su importante desarrollo en Oriente, haya encontrado finalmente su huella históricamente decisiva en Europa. Este encuentro, al que hay que añadir sucesivamente el patrimonio de Roma, ha creado Europa y sigue siendo el fundamento de lo que, con razón, se puede llamar Europa". Como buen teólogo católico, reivindica la labor cuya cumbre más alta fue el Aquino: la armonización de la filosofía griega con la fe religiosa. Y traza la diferencia con las filosofías, entre las cuales se destacan las escuelas islámicas, que insisten en la absoluta trascendencia de Dios.

"Sólo de esta manera – dice - seremos capaces de un verdadero diálogo de las culturas y de las religiones, un diálogo del que tenemos una necesidad tan urgente”. Pero no es inexplicable que hoy los musulmanes perciban en sus palabras un ataque. Por eso he subido a la página El choque emocional de civilizaciones de Dominique Moisi, fundador del IFRI (Instituto Francés de Relaciones Internacionales) y profesor en el Colegio de Europa, donde, sin atisbos de auto desvalorización, dice cosas importantes para que las tomen en cuenta en Occidente. Lo incluí, al igual que el resumen de la conferencia del Papa, en una sección “Conflictos Culturales” (Curiosamente, la versión en castellano del artículo de Moisi la encontré en “Los Tiempos”, de Cochabamba, Bolivia, donde algo conocen de conflictos culturales).

Para la sección de “Guerra” a secas, subí un artículo muy interesante (helas, en inglés) escrito durante la batalla del Líbano sobre la estrategia misilística de Hezbollah. Evita el triunfalismo propagandístico de ambos lados, permitiendo visualizar los problemas militares y políticos de futuros enfrentamientos.

sábado 26/08/06

Las mujeres y los niños

El triunfo de McNamara” – sobre la ley de esterilización - que subí a esta página hace trece días, tuvo más respuestas que cualquier otra nota publicada, incluyendo los temas campeones hasta ahora: la guerra en Medio Oriente, y el conflicto de las papeleras. Toca una cuerda profunda en todos nosotros, a pesar del ruido y la trivialidad de los medios (que nos han bombardeado en estos días con dos casos de abortos legales). Estoy publicando algunas respuestas, planteo mis diferencias con los discursos políticos – de ambos bandos - y propongo algo concreto: Para que las mujeres elijan, para que los niños vivan.

Las respuestas que subí son las que me parecen que reflejan aspectos diferentes o estimulan a pensar. Muchos quedan afuera por razones de espacio y porque están de algún modo incluidos (Gracias Rodolfo, Mariano, Raúl, Néstor,…).

Me parece que corresponde aclarar mi posición personal, que no tiene por qué ser la ley universal (no soy kantiano). Fui bautizado como católico, aprendí el catecismo, y educo a mis hijos en esta religión, pero no estoy planteando este tema en términos religiosos. No voy a decir que la vida es sagrada; me basta con que reconozcamos que es valiosa

Además, como muchos compatriotas también bautizados, no soy muy buen cristiano. Rechazo el aborto en general porque es eliminar una apuesta posible de vida, y después de algún tiempo de embarazo porque se parece mucho a asesinar a un niño. Pero, no puedo dejar de pensar que es la mujer la que tiene la decisión final, porque es ella la que lo lleva en su vientre. Algunas amigas mías me lo discuten (Lila, por ejemplo), pero yo siento que el deber del hombre es ayudar a la madre a tomar la mejor decisión, y acompañarla en la que sea.

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